PATRIA, Fernando Aramburu, novela, 2016
- Sylvia GOMEZ
- 20 jul 2022
- 3 Min. de lectura

Cuatro décadas le costó al pueblo español terminar con la amenaza de ETA y otro tiempo más para superar sus traumas. Su accionar fue uno de los más violentos durante el siglo XX y comienzos del XXI. En esta obra, el novelista muestra las dos caras del conflicto, pero no lo hace desde la referencia histórica, sino desde el punto de vista de sus propios actores, vale decir el de los vascos. En efecto, cualquiera que fuese su relación y su visión de los hechos, este pueblo se vio inmerso en una lucha fratricida, dirigida a desconocer el Estado Español, a proclamarse guardián de su cultura y a exigir su independencia.
Para ejemplificar la situación de la época, el autor ha seleccionado familias vascas, unidas por la amistad, en el pasado y separadas por la muerte, en el presente.
El narrador omnisciente utiliza en toda la novela el flashback, técnica que le permite un ir y venir entre el pasado y el presente. Poco a poco el lector arma la cronología de la historia: dos familias comparten los paseos, la crianza de los hijos, el deporte, las aventuras juveniles, y otras vivencias, hasta que en su relación irrumpe el fanatismo extremo, que convierte al otro en enemigo, no importa quién sea ese otro, ni que ese otro haya dejado recuerdos maravillosos en la niñez del verdugo. La consigna de exterminar a quienes no colaborasen económicamente con la dirigencia de la Organización era irrevocable y serviría de escarmiento para quienes minimizaran el poder de ETA.
Asistimos entonces a la exacerbación de las posiciones. Los jóvenes que tenían como única objetivo la lucha por la PATRIA, con mayúsculas, viven en la clandestinidad, desarraigados de su pueblo y de su gente, reciben entrenamiento para ataque y sobrevivencia, y como ocurre en la mayoría de los casos, la represión y la cárcel a perpetuidad es la recompensa de haberse dedicado ciegamente a una causa condenada al fracaso.
En el otro lado están quienes sufren el acoso sicológico por irse contra la intolerancia y la violencia. Para ellos están el infierno de la intimidación, las advertencias pintadas en paredes, el rechazo social aún de los más cercanos amigos, las amenazas sobre la familia y finalmente la muerte.
A la vida de estos personajes, que no difiere de la cotidianidad de la de los demás, con sus etapas de estudio, trabajo, enamoramientos, engaños, enfermedades, se añade el ingrediente del odio y la intolerancia destructiva por un lado y los traumas que deja el asesinato de un ser querido, por el otro.
Al final, el tiempo desgasta los ideales, abre el camino del perdón y la reconciliación, tanto a nivel del Estado Español, como en el microcosmos de las familias que se vieron involucradas directamente en el conflicto.
Cabe destacar que en muchos pasajes se hace alusión al euskera, como el pasaporte para ser aceptado por los nacionalistas vascos. Quien no lo habla, simplemente es un extranjero, peor aún, un español que se ha infiltrado en su comunidad. El autor introduce palabras propias de esa lengua, que forman parte del anexo final, pero que no dificultan la comprensión de la historia. Lo mismo puede decirse de otras costumbres que identifican a este pueblo.
Son 125 pequeños capítulos, escritos con un estilo anecdótico, con títulos sugestivos que sintetizan el contenido, mostrando fragmentos de la vida de los personajes. La novela nos lleva a meditar sobre la inutilidad de la violencia que destruye personas, países y que no es exclusiva de ningún pueblo ni de una época determinada.
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