Eran tiempos convulsos los que se vivían a finales del siglo XIX, durante el reinado de Isabel II. El pueblo empobrecido se sublevaba contra la Monarquía y exigía la salida de la Reina.
Al otro lado del mundo, atravesando ese mar de pesadilla, que separaba la Metrópoli de Cuba, su última colonia, se asistía a un mundo surrealista, de contrastes entre la opulencia de los indianos, llegados de España con sed de oro y los esclavos negros, traídos a la isla en condiciones inhumanas. Su destino era el trabajo extenuante en las plantaciones de caña de azúcar, donde tenían la misma o peor situación, si cabe, que en los barcos negreros que les arrancaron de África.
En estos dos escenarios se desarrolla alternativamente la historia de los novelistas españoles, que comparten el seudónimo de Carmen Mola. Ellos combinan la voz en tercera persona, de un narrador omnisciente, que conoce a fondo a los personajes, con la de un narrador testigo, que confiesa la miseria humana que tuvo que soportar.
En efecto, un documento oculto nos sumerge progresivamente en siete círculos, emulando a Dante en su Divina Comedia. En esos podemos descubrir cómo un ser depravado, para muchos el mismo demonio, ofrece a sus amigos riquezas inconmensurables, a cambio de participar en ceremoniales satánicos, en el ingenio de Santa Catalina de Baracoa. Estos rituales funestos convierten la vida del escribano en un infierno interior.
Los protagonistas de la novela son dos jóvenes comunes y corrientes: Mauro, un estudiante de medicina, comprometido con la lucha de las clases empobrecidas, sobre todo en la España rural; Leonor, una actriz de teatro de barrio, una suripanta que deslumbra con su belleza y arranca sonrisas y deseos en su público. En ese escenario surge el antihéroe: Cándido Serra, un nombre que oculta la verdadera personalidad de este admirador de la comediante, hombre adinerado, dueño de ingenios azucareros en Cuba, y que ha cambiado su identidad, al son de las circunstancias.
Los vaivenes políticos hacen que estos personajes se reúnan en la Habana y que cada uno luche por sus ideales, por su situación económica o por la fama y el poder sobre los otros.
Los autores describen, con la crudeza propia de su estilo, - aunque lejos de la que caracterizó a sus primeras novelas - las atrocidades que se daban en la próspera isla, el trato a los esclavos, la persecución de los cimarrones, los castigos oprobiosos y la matanza inmisericorde de seres humanos, considerados menos que animales.
La trama es subyugante, los capítulos son cortos y el lector tiene el privilegio de quedarse suspendido en una frase final, muy corta, pero sugestiva, que le obliga a leer ininterrumpidamente.
Si bien la novela tiene un fondo de romance y fantasía, de color y belleza, del ritmo y exotismo de nuestros pueblos caribeños, el sustento histórico es también importante: las revueltas contra la monarquía, la explotación de los recursos naturales en América, los intentos de abolición de la esclavitud y otros. Pero, lo más importante de la ficción de Carmen Mola, es poner sobre el tapete la condición del hombre, convertido en un demonio, y el mundo, como un infierno.