LA CATEDRAL DEL MAR, Ildefonso Falcones, 2008, novela.
- Sylvia GOMEZ
- 28 oct 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 21 jun 2022

La “Catedral del mar” nos muestra cómo el estilo de un escritor posibilita el tránsito de la historia a la ficción. En efecto, Idelfonso Falcones, con una narración ágil, nos introduce en la vida cotidiana de Cataluña, durante el siglo XIV. Sobre la base de la Crónica de Pedro III (como lo señala en la nota final de la obra), a la que ha sido fiel en cuanto a los hechos más sobresalientes y a muchos de los personajes, ha recreado un entramado de aventuras y suspenso que envuelve al lector.
El narrador omnisciente muestra desde el inicio la estructura piramidal de la sociedad de la época, en cuya cúspide aparecen los nobles, investidos del derecho sobre la vida y la muerte de los súbditos. Uno de esos derechos es el de satisfacer sus apetitos sexuales y mostrar su poder frente a los campesinos, poseyendo a la novia durante su boda.
Las aventuras de Bernat Estanyol, parten de un episodio similar, que lo llena de ira e impotencia. Por su condición de siervo no tiene más alternativa que soportar la deshonra y más tarde, abandonar sus tierras y huir de la persecución del Señor para proteger a su hijo Arnau. Esta huida termina en Barcelona, en donde sobrevive ocupándose de los quehaceres más humildes y enfrentándose al ultraje y a la miseria. Arnau ve morir a su padre y, convertido tempranamente en adulto, debe desempeñar tareas inhumanas para su edad, como la de transportar piedras para la construcción de la Catedral de la Virgen del Mar, a quien adopta en reemplazo de su madre.
Las referencias históricas son visibles en múltiples pasajes de la obra; especialmente cuando el protagonista va a la guerra, o cuando a su regreso, descubre que la peste negra está diezmando no solo la población de Barcelona sino de muchos reinos europeos. El lector es testigo de la ignorancia de las masas, que culpan a los judíos de las muertes, con la consiguiente masacre a la población. Arnau que ha perdido a su esposa, salva a tres niños judíos, cuyos padres le recompensan con dinero, ideas y protección.
La figura del héroe se acrecienta en el relato. Él sintetiza los valores de la sociedad medieval y se convierte en un modelo a seguir. Por su fortuna es aceptado por los nobles y sus cualidades le hacen querido por el pueblo. Pero también es un hombre que ha padecido los vejámenes de otros y como tal, empieza a planificar su venganza, contra las personas causantes de la muerte de su padre y de su propia humillación. Los despoja de todos sus bienes y gana con ello enemigos poderosos, que van a determinar su caída en manos de la terrible Inquisición.
Luego de que el protagonista vence todas las peripecias, encuentra el sosiego, el amor y la familia con la que siempre soñó.
Las descripciones son minuciosas y reconstruyen los escenarios del pasado. Los episodios de la época son utilizados como materia prima para la ficción narrativa. El autor, como moderno juglar, ha incorporado su propia visión de los hechos legendarios, dándoles un toque singular, en el que no están ausentes el romance y la traición; la esclavitud y las penurias del pueblo, empobrecido a causa de las guerras creadas por los nobles y financiadas por impuestos impagables.
Elemento esencial y que justifica el título de la novela, es el papel de la Iglesia y la religiosidad de la gente, que ve a la Virgen del Mar, como la madre en la que puede encontrar consuelo.
Las cuatro partes que estructuran la novela: siervos de la tierra, siervos de la nobleza, siervos de la pasión y siervos del destino, son simbólicas y establecen un paralelismo entre el camino iniciático de personaje y el destino del hombre en general. La lectura de la obra nos lleva a pensar que la historia de la humanidad se ha repetido incesantemente, han cambiado los personajes y las costumbres, pero en esencia, el mensaje es el mismo, las clases privilegiadas han detentado y detentan hasta hoy el control de las masas, obligadas a obedecer a los mismos amos, sin que tengan la oportunidad de modificar las reglas del poder.
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