EL TUNEL, ERNESTO SÁBATO, 1948, novela.
- Sylvia GOMEZ
- 2 ago 2021
- 3 Min. de lectura

Una de las voces destacadas de la literatura hispanoamericana del siglo XX fue sin lugar a dudas la de Ernesto Sábato, hombre multifacético que combinó la pintura con el ensayo y la novela. Precisamente los rasgos del personaje principal de esta historia guardan algunas coincidencias con la biografía del autor: tiene la misma edad al momento de su publicación y es un pintor famoso, radicado en Buenos Aires.
En su obra más popular: “El túnel”, el escritor argentino aborda temas característicos del surrealismo, que a su vez se sustentaron en los hallazgos del psicoanálisis: el inconsciente, los sueños, los traumas, etc., novedosos para la época. En efecto, desde las primeras páginas, el protagonista hace una rotunda confesión, con la que nos prepara para adentrarnos en el mundo de su locura: “Existió una persona que podría entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que maté”.
Esta novela breve, tiene 39 capítulos cortos, donde la trama narrativa apenas sufre alguna progresión. El lector siente que gira sobre las mismas obsesiones, idénticos miedos, parecidas escenas de las páginas precedentes. Juan Pablo Castel es un hombre agobiado por los sentimientos y las pasiones humanas, la mayoría destructivos: soledad, incomprensión, rabia, odio, resentimiento, desprecio, celos, violencia, etc.
El título de la obra se justifica en los capítulos finales, donde describe el túnel oscuro en el que ha estado inmerso toda la vida y la seguridad de que su víctima transitaba paralelamente por un túnel similar. En su delirio, creía que en algún momento esos dos túneles se unirían y los dos tendrían la oportunidad de unirse en un solo destino.
La narración está llena de elucubraciones del narrador, preguntas insistentes que van y vienen en su mente enferma y cuyas respuestas lo atormentan porque son una cadena que no concluye jamás, que lo ponen ante la incertidumbre permanente, frente al deseo de destruir, aún aquello que creía podía salvarlo de la soledad. María Iribarne Hunter, es el objeto de su obsesión, él cree amarla, pero con sus actos y en sus confidencias concluimos que va más allá, que su vida gira alrededor de ella, desde que la vio en una de sus exposiciones de pintura.
Castel se obsesiona por encontrarla y cuando lo logra, comienza una persecución implacable de la mujer. Todos los encuentros están marcados por acusaciones, reproches, súplicas, exigencias. El lector llega también a cuestionarse sobre el papel de la protagonista, su excesiva condescendencia ante la violencia del hombre.
Sábato utiliza un narrador en primera persona, que unido al uso frecuente del estilo directo, aumenta el realismo y la expresividad del relato. Sin embargo, si se mira en su globalidad, toda la novela es un monólogo, que pone en evidencia la crisis del personaje. Él se ve a sí mismo como un ser insignificante, de una timidez absoluta, que siente un desprecio permanente por quienes le rodean, que rechaza el mundo en general. En su locura, trata de discernir entre lo bueno y malo, sabe que su degradación va en aumento y que no hay vuelta atrás.
Al mismo tiempo que se produce el deterioro de su salud mental, se adivina que su creación artística sufre un cambio drástico, lo que nos recuerda las pinturas negras de Goya, que recogían el estado patológico de su autor. Así mismo, desde el punto de vista sicológico, los simbolismos del túnel y de la ventana, son muy importantes al momento de analizar la obra. El primero como el encierro, el segundo como escape al mundo de los otros, más alegre y despreocupado. Finalmente el narrador, en un momento de lucidez, entiende su situación y nos confiesa que “había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida”.
He aquí un libro que tú debes leer.
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