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EL SIGLO DE LAS LUCES, Alejo Carpentier, 1962, novela

  • Foto del escritor: Sylvia GOMEZ
    Sylvia GOMEZ
  • 15 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 21 jun 2022



El novelista cubano ha puesto de relieve en su obra una época de efervescencia política y social que marcó definitivamente la historia de la humanidad. El título, “El siglo de las luces”, define ya el contenido central de la novela. Sin embargo, el autor no solo hace referencia al proceso que vivió Europa, particularmente Francia, durante la segunda mitad del siglo XVIII y que tuvo su punto máximo en la Revolución de 1789, sino a la consiguiente irradiación de este proceso en las colonias americanas del Caribe y de América del Sur. No en vano las ideas de los filósofos franceses sirvieron de inspiración para la independencia de las antiguas colonias de la Corona Española.


Con un estilo marcadamente barroco, el escritor describe la situación que vivieron las poblaciones de Cuba, La Guadalupe, Haití, Santo Domingo, las Guayanas y otros territorios, que se vieron contagiados por la fiebre revolucionaria; entusiasmo del que no escaparon ni las élites ilustradas, ni las masas oprimidas de la época. Las ideas navegaron en los veleros desde Europa hasta El Caribe, se afincaron, aunque tardíamente, en América y como consecuencia de esas, las frágiles administraciones locales españolas, francesas u holandesas vivieron períodos de crisis, en los que se sucedieron revueltas, matanzas, pestes, saqueos, y en los que los hermosos principios de libertad, igualdad y fraternidad quedaron en simples papeles, en letra muerta. Frases como “el último día de despotismo y el primero de lo mismo”, pintadas en los muros de las nacientes ciudades, fueron una muestra de lo que significó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.


En este clima de efervescencia, hace su aparición en La Habana un personaje peculiar, que si bien existió, ha sido olvidado por la historia: Víctor Hugues, funcionario que llegó a tener tanto poder en Europa y en América, al punto de que se lo consideraba el “Robespierre de las Islas”. Comerciante en Port-au-Prince, hombre carismático, que con sus recuerdos de viajes, sus conocimientos en múltiples materias, su filiación a la francmasonería, conquista a tres jóvenes huérfanos, que nada entienden de la vida ni de los negocios, y los ayuda a administrar el patrimonio familiar, heredado a la muerte del padre.


Gracias a su influencia, Carlos, Sofía y Esteban van a convertirse en testigos privilegiados de su época. Especialmente este último, experimentará de cerca el poder y sufrirá como muchos la persecución de amigos, convertidos en enemigos por la fuerza de las circunstancias; sentirá la vehemencia, los excesos y las contradicciones de la Revolución en Francia; comprobará la recepción timorata de las luces y la renuencia a los cambios en la tradicional España y regresará con el propósito de afincarse en la Cuba añorada. No obstante, sus anhelos chocarán a cada paso con el caos de las revueltas locales; sabrá del asesinato masivo de los blancos, otrora dominadores, por parte de turbas de esclavos, a los que en un momento se les otorgó el estatus de ciudadanos libres, para en otro volverlos a los grilletes, a la venta en las plazas, a la huida hacia el monte en calidad de cimarrones.


La obra está compuesta por siete capítulos y un apéndice titulado: “Acerca de la historicidad de Víctor Hugues”. Esta referencia confirma la dimensión histórica del personaje y lo rescata del olvido. El valor testimonial se muestra también en las extensas descripciones, con frecuencia esperpénticas, de los escenarios en donde interactúan sus personajes: las aguas del Caribe infestado de piratas, bucaneros, revolucionarios y contrarrevolucionarios; la visión del trópico y su naturaleza exuberante, las casas coloniales con su majestuosa ornamentación, las calles de París manchadas por el trabajo de la guillotina, la devastación provocada por los incendios, las enfermedades y la violencia que diezmaron la población y otros estragos producto de las convulsiones sociales de la época.


Los sucesos siguen un estricto orden cronológico. El narrador en tercera persona ubica al lector en las décadas finales del siglo XVIII hasta los años de la ocupación napoleónica en España. Las páginas finales se dedican a la conocida masacre de los madrileños, que intentaron defender su patria del invasor extranjero; masacre que, en la novela, cobra la vida de Sofía y Esteban. En este excipit, el único sobreviviente, Carlos, cierra para siempre puertas y ventanas de la casa donde habían pasado sus últimos años y, con su gesto, sella una historia apasionante tanto por los hechos narrados como por el estilo sobrio de Alejo Carpentier.


He aquí un libro que tú debes leer.

 
 
 

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